SARA MACKINTOSH
¿Qué tal? ¿Cómo le va? ¿Cómo está usted? ¿Bien? Bueno, me alegro mucho ¿Y vos? ¿Vos estás bien? Bueno. Un poco con calor ¡Cuidado! Que el Teniente Coronel Otoño despliega tropas. Y mejor no decirles el General Invierno. Que les recuerdo que no tiene quién le escriba. Pero mueren sus tropas. Así que tened cuidado. No deis por terminado al valiente Capitán Verano. Pero por ahora las tropas del Teniente Coronel Otoño y el General Invierno negocian su ataque. Así que estén atentos.
A veces, los homenajes tardíos a uno le dan mucho dolor, porque son eso, tardíos. Pero la historia que les voy a contar, este relato es absolutamente cierto. Entre otras, Sara Mackintosh era una mujer absolutamente deliciosa e inolvidable, una valiente, una mujer de compromiso, una mujer de cambio, una mujer adelantada a su época. Una auténtica trabajadora social y una auténtica promotora social. Presidió una institución, que hoy no sé cómo está, estará muy decaída, que se llamaba COMISIÓN CATÓLICA ARGENTINA PARA LA CAMPAÑA MUNDIAL CONTRA EL HAMBRE. Qué nombre largo, dirán ustedes. A mi entender se cometió el error que fueran socios de la COMISION CATÓLICA ARGENTINA PARA LA CAMPAÑA MUNDIAL CONTRA EL HAMBRE, instituciones y no personas. Por lo tanto había muchas instituciones de mucho peso y poco trabajo concreto, y el poco trabajo concreto era de pocas personas, pero indudablemente estaba allí siempre Sara Mackintosh. Fue capaz de empeñar su casa para salvar la institución en un momento donde las cosas no andaban bien
¿Qué hacía esta gente? Promovía una alimentación sana en todo el país. ¿A través de qué? Fundamentalmente a través de huertas agrícolas escolares, familiares, comunitarios. Contra lo que creemos, hacer un huerto supone trabajo pero muy poca inversión. Esto es lo genial. La primera genialidad. Es una relación de poca inversión y no tanto trabajo. Trabajo, sí, casi siempre el inicial, demarcarlo, señalarlo, hacer un buen cerco, aunque sea en lugares con piedras, como en nuestro norte del secano, o si no con algún tipo de vegetación muy dura, muy prieta, que impida que un caballo, que un burro, que una cabra, etcétera, pasen y no dejen nada del huerto. Lo mismo un conejo, lo mismo una liebre. Bueno, esta tarea increíble, llevada durante años, durante mucho tiempo, solamente a pulmón, sin apoyo de nadie, ni de la Iglesia, que debió haberla apoyado y mucho más, ni del Estado, ni nacional, ni provincial, ni municipal, creó no menos de 5.000 huertos. En todo el país. Absolutamente en todo el país. Y publicaciones específicas de cómo hacer una huerta, tribuna alimentaria, la alimentación combinada con muchos vegetales, tratando de que fueras equilibrada la diete. Bueno, sus libros eran increíblemente baratos, tenían un precio casi simbólico, y ella se negaba a aumentar el precio. Cuando uno decía “pero es ridículo este precio ¿Por qué me lo da a este precio?”, ella decía “bueno, no se preocupe, Dios nos va a ayudar para que volvamos a imprimir esto, porque sabemos que es un buen material, y que los maestros o lo promotores nos lo piden en distintas partes del país, pero no queremos traicionar a la gente, y que el precio sea lo más accesible posible”. Y siempre fiel a sus convicciones, y siempre no cayendo en ningún tipo de trampa, y basándose en pequeñísimas donaciones, en algunos aportes de algunas instituciones, muy pequeños, multiplicaban todo por 100 y siempre estaba ahí todo el espíritu de Sara Mackintosh, que cuando se apagó en la vida, ella y otra mujer increíble que se llamaba Marta Ezcurra, entre otras, eran ejemplo de un catolicismo militante, cierto, serio, sincero, que da todo por los demás, sin pedir realmente nada a cambio.
Creo que muy poca gente conoce a Sara Mackintosh. Ahora yo quiero que usted la conozca. Y si usted es creyente quiero que la incorpore con alegría a la lista de la gente digna, de la gente valiente, de la gente que da todo por los demás, le insisto, sin pedir nada a cambio. Y si no conoce ese nombre y apellido, Sara Mackintosh, incorpórelo como gente que se adelanta a su tiempo. Ve su tiempo, lee su tiempo, lo lee bien, y se da el lujo todavía de leer hacia adelante. Leyeron en la década del 60, década llena de testimonios y compromisos, como éste y tantos otros, y lo proyectaron hacia el futuro, y la obra perduró. Creo que puedo decir también que perdura. Se lo prometo ampliar en algún otro encuentro. El huerto agrícola escolar, familiar, comunitario, una alternativa concretísima para mejorar la alimentación de la gente. Y un grupo de pioneras, porque la mayoría eran mujeres, encabezadas por Sara Mackintosh, que dieron batalla casi sin elementos, pero que multiplicaron alimentación variada, sana, natural, y muy barata, en todo el país, por 5.000 veces. No es poco. Otro día les paso a contar…otro relato.