LA PAJA EN EL OJO AJENO
¿Qué tal? ¿Cómo le va? ¿Cómo está usted? ¿Bien? Buenos, me alegro mucho ¿Se acuerda que le había hablado del Padre Oesterheld? Usted me dirá “no, no lo escucha nadie más”. Sí, se escucha mucho, pero en un programa también habló acerca de un relato, un escrito de San Agustín, del año 200 y pico de nuestra era. Y el relato retoma un dicho de Jesús, el Cristo, nada más ni nada menos que esa capacidad que tenemos los seres humanos de no mirar en nuestros ojos, en nuestra vida, y sí mirar un palillo en la cara del otro. Yo diría que no miramos vigas, sino tabla estaca, de acero y de doce pulgadas, más o menos. Muy lindo acero, el mejor del mundo. Puede ser de Alemania, de buena calidad. Eso lo podemos tener delante del ojo y no lo vemos. Pero igualmente tenemos un reojo para ver que el otro tiene la puntita de un palillo. Y a darle con un caño.
Por ejemplo, fíjese usted que yo escucho mucho a un sociólogo argentino muy capaz, que habla siempre de que la Argentina es el país “como si”…como si tuviera leyes de tránsito, como si cumpliera la normativa general, como si hubiera real limpieza, como si tuviera un sistema ferroviario, como si tuviera un transporte urbano serio, como si se cumplieran las normas de convivencia mínimas en un barrio, en una ciudad; como si el federalismo fuera verdaderamente federalismo. Y así va demostrando que la Argentina tiene mucho de esto de “como si”…Uno queda impresionado por el pensamiento de este sociólogo. Ahora después él tiene una institución donde nunca se reúne la comisión directiva, donde no hay asambleas, donde no hay socios. Pero él habla del “como si”…
La paja en el ojo ajeno, pero…¿la estaca en propio? No. Uno escucha a un increíble trabajador social, inteligentísimo, brillante. Hablar de cooperativismo, bla, bla, bla, y después decir que hizo su cooperativa con él, la señora, el hijo y un amigo, y otro más. ¿Qué cooperativa es ésa? Una cooperativa es una asociación libre, de personas libres que tienen real interés en hacer algo. Puede haber familiares, pero tienen algo que ver más que familiares. Y entonces se encuentra con el sociólogo y el sociólogo lo felicita por esta interesantísima solución al problema. ¿No era que no había que hacer el país “como si”? Entonces hay cooperativas “como si”, fundaciones “como si”, asociaciones civiles “como si”, etcétera. Son aquellos que se indignan por ver un papelito mal puesto en tal lado o en tal otro, pero no ven que tiene que haber un tarambana limpiando los papelitos ajenos detrás del que los tira.
Son aquellos que se indignan por el papelito, vaya a saber qué cosa en un lado o en el otro, y no ven un niño que puede tener 13 o 14 años, que tira un vaso de plástico en el baño. Y eso por supuesto que va a tapar el baño, sí o sí. Son aquellos que no ven porque no estaban o dicen que no estaban en el festejo simpatiquísimo de bañar a una persona con, digamos, doce litros de gaseosa y leche chocolatada nueva, por lo tanto alimentos, y no nos damos cuenta que esto es un insulto gratuito hacia aquellos que no tienen el pan y no tienen leche chocolatada ni en fotos.
El país del “como si”. Pero antes de eso la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Solución que produce San Agustín: tratar de que nuestra pequeña paja, la nuestra, no se convierta en viga. Sería bueno. Vamos a intentarlo. Yo lo voy a intentar. No sé si lo voy a lograr, pero voy a tratar. Voy a tratar. ¿O quedaré “como si”? Mmm…qué inmensa duda. Ahora sí, la próxima vez le paso a contar otro relato.