EDUARDO SIBILEAU
¿Qué tal? ¿Cómo está usted? ¿Bien? ¿Cómo estás vos? Bueno, me alegro mucho pero mucho. Quería contarte la historia de una persona, de un joven. Se llamaba Eduardo Sibileau. Hace muy pocos días se celebró el 35 aniversario, se celebró no, perdón, se conmemoró el 35 aniversario del golpe militar. Bien. Hay un debato que algunos fomentan para ver cuál es la cifra real de muertos, desaparecidos, etcétera. Eduardo Sibileau, de él se trata, este joven muy inteligente, muy joven, muy sensible, muy comprometido, militante de la Parroquia de San Patricio, allá en la Capital Federal, en la calle Echeverría. Aquella Parroquia en la fueron asesinados 5 sacerdotes (en realidad una serie de sacerdotes y seminaristas), fue uno de los que después del asesinato no se fue de la Parroquia. Muchos se fueron. Por miedo, por pena, por tristeza, por angustia.
Eduardo no se fue. Eduardo tenía una inteligencia privilegiada, una inmensa sensibilidad. Era un lector contumaz, impresionante. Y tenía una librería que se llamaba TABOR, en la calle Céspedes y Cabildo, en la Capital, con un gran amigo.Era un placer ir a comprar libros ahí, porque era evidente que sabían de lo que hablaban. Eduardo se vino un buen día, después de visitar a su novia en el barrio de Núñez, al cruzar la Avenida Cabildo, a la altura de Juana Azurduy. Insisto, Núñez, Capital Federal. Un auto no identificado lo atropelló y lo mató. “Bueno”, usted me dirá “¿Pero eso qué tiene que ver? Eso pasa siempre. Quién sabe el chico cruzó mal.”
Hay dos historias de la matanza de San Patricio por dos autores distintos. Uno sufrió en carne propia juicios, etcétera, etcétera. No por ese tema, sino por denuncia que hizo a una persona muy importante. Y los dos coinciden en que este es un caso que se debiera añadir a la matanza de San Patricio. Eduardo tenía el molesto problema de ser inteligente, modesto, valiente, sensible y comprometido. Y cuando todos huían de San Patricio, que habían quedado cinco muertos, él se quedó. Coinciden estos dos autores en que él se quedó podría añadirse a una lista, ya no de desaparecidos, sino de virtualmente asesinados. Yo que lo conocí, yo que compartí muchos momentos con él, pienso exactamente lo mismo. Y eso me demuestra, y le podría contar varios casos más, que la cifra, que se dice que es poca, no es tan poca. Aunque no sea tan precisa. Y que además de la desaparición, este tipo de operaciones se hicieron demasiado. Otro día le paso a contar…otro relato.