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  HUERTA
 

HUERTA 

            ¿Cómo está? ¿Bien? ¿Bien seguro? Bueno, me alegro, me alegro mucho ¿Y vos? ¿Un poco cansado? ¿De qué estás cansado si recién empezaron las clases? Bueno, ponéle un poco de ganas, por favor. Dale, dale, dale…

          Yo creo que hay muy poca gente que se acuerda, conoce, y sólo lo asocia con la crisis del 2000-2001, y fue mucho antes y mucho después que esto continuó, gracias a Dios, en gobiernos distintos, de signos distintos, y gracias a una institución señera que se llama INTA, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, un programa que se llama Programa Social Agropecuario, que ya hablaremos del mismo y otro que se llama Pro Huerta.

       Estas dos variables habían empezado en un programa anterior, en la década del 80, el gobierno del doctor Alfonsín. Mejorado, perfeccionado, se transforman en estos dos programas. Bueno, el Pro Huerta ha hecho huertas, como su nombre lo indica, en los lugares más insólitos de la Argentina, desde Tierra del Fuego hasta Jujuy y desde Mendoza hasta Formosa, y desde Formosa hasta Buenos Aires. Y cuando digo insólitos digo en plena ciudad. Por ejemplo, me acuerdo del caso de Bariloche y el Ingeniero Juan kiesling, al que llamaban Juan Semilla, porque reunión a la que iba él, de lo que fuera, cuando la crisis, la ante crisis y la post crisis, él iba con un paquete de semillas, y fomentaba, hinchaba, insistía en hacer la huerta. Y no quedaba en “hagan la huerta” y nunca más. No.

         Él como tantos otros, era ingeniero agrónomo, con todos los títulos, las pancartas, y los penachos, etcétera, y otros que no tenían tantos títulos, pero que habían hecho los cursos del INTA para capacitarse en eso y después ayudar a hacer huertas, no se quedaban solamente en “hagan la huerta”, sino en ir y seguir el proceso, ir e indicar. Tratar de utilizar la menor cantidad de agroquímicos posibles, yo les diría no usarlos. Tratar de manejar distintas especies para que se ayuden entre sí, para que una desoriente a cierta plaga y vayan hacia ella, para que las  plantas más productivas no sean atacadas por la plaga. Tener una amplia variedad de semillas, justamente para que la mesa familiar luego esa riqueza de no comer siempre lechuga, simplificando, o lechuga y tomate, sino realmente una amplia variedad. Incorporar en cada lugar, si daba el lugar y daba la temperatura, etcétera, hasta granos, en pequeña escala, por ejemplo, típico, maíz, recuperando una cosa muy vieja del campo argentino, una cosa de siglos, antiquísima.

          El Pro Huerta ha sido un éxito, y es un éxito de la Argentina, que tiene un papá, que es el INTA, que tiene miles de tíos en todo el país, que son estos promotores extraordinarios, que yo homenajeo sinceramente al ingeniero Kiesling y a tantos otros, a Juan Semilla y a tantos otros. Recuerdo otro de la Provincia de Santa Fe, del sur de la Provincia de Santa Fe, que hasta diseñó una máquina manual de siembra directa hecha por él, para hacer el menor esfuerzo la persona que tiene que hacer el huerto, y herir lo menos posible la tierra. La idea era la siembra directa con una máquina manual, sin ni siquiera utilizar la fuerza de un caballo o de un buey o de un burro. No, no, no, las de uno. Pero con muy poca fuerza, justamente para no agotar a una persona solamente, pensando que  a la huerta la puede hacer un chico, o ayudar un chico, o un alumno de una escuela, etcétera.

        El Pro Huerta es un éxito de la Argentina. El Pro Huerta es un programa satisfactorio, exitoso, y que le voy a contar cómo siguió. Pero eso, eso va a ser otro relato.

 
 
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