LA FAMILIA BASCHERIAN
¿Qué tal? ¿Cómo le va? ¿Cómo está usted? ¿Bien? Bueno, me alegro mucho. Yo más o menos porque la garganta me está traicionando, pero acá mis compañeros, Esteban, Juan Andrés, bueno, me ayudan, y les agradecemos muchísimo.
Quiero contarles la historia de una familia. Una familia argentina, como tantas otras, que viene huyendo, ya de no una guerra, que la había, sino de un genocidio. El primer mega genocidio del siglo XX lo sufrió un pequeño país llamado Armenia. Los jóvenes turcos, que querían reemplazar el caído, virtualmente caído Imperio Otomano y convertir al país en una república, cosa que lograron, no tuvieron mejor idea que encontrar un chivo emisario, y el chivo emisario era nada más ni nada menos que el pueblo armenio y la nación armenia.
Armenia hoy tiene un territorio propio. Armenia tiene bandera, tiene fuerzas de defensa, tiene Himno Nacional, todo. Eso es muy bueno. De ese país, entre otros, vino a la Argentina una familia de apellido Bascherian. Quizás usted la conoce. Fueron los que en Argentina tuvieron la licencia de Adidas, la marca de las tres tiras. La de Vibram, la del andare fácile. Sigue la lista. Quedémonos con esas dos marcas. El grupo luego, muy luego, quebró. Quebró contra la libre importación, contra la paridad uno a uno, por haber confiado en un presidente con el cual era difícil confiar, etcétera, etcétera. Pero el abuelo fue un hombre que a sus obreros les proveía de calzado, de ropa, industrial y para su casa. Que ponía en sus fábricas escuelas primarias y escuelas pre secundarias, lo que se llamaba antes ciclo básico. Que ponía en sus fábricas sanatorios y/o un hospital. Que pagaba los mejores salarios. Él había conocido la miseria. Él había conocido la pobreza. Él había conocido el exterminio. Él había visto de chico, de muy chico, las escenas más pavorosas que puede ver un ser humano. Y Él amaba a la Argentina. Y enseñó amor a sus hijos por este país como por Armenia. Ellos no se fueron a Armenia. Ellos se quedaron acá. Cometieron errores. Cometieron fallas. El grupo quebró. Muchas de las fábricas reabrieron, gracias a Dios. Una de ellas, en la localidad de Pigué, Buenos Aires.
Una vez entrevisto a una fábrica recuperada, en Pigué, Provincia de Buenos Aires. Me entrevisto con la persona que coordina esa fábrica, y yo le digo: “Mirá, no te quiero ofender, pero yo a los Bascherian los conozco. Conozco a Eduardo Bascherian.” Cuando yo creía que este muchacho que se llama Javier me iba a insultar, me dice: “Mirá, yo no les tengo bronca a los Bascherian. Eduardo se equivocó en la planta de Pigué. Hizo que hiciéramos todo el proceso de hacer de un calzado deportivo una zapatilla. Desde los ojales hasta los cordones, desde los cordones hasta las plantillas, desde las plantillas hasta las suelas. Eso no funcionó. Y menos en ese momento, en un momento de globalización feroz. Pero no les tengo bronca.” Y me quedó la grandeza de Javier y de los obreros de Pigué, que es una cooperativa, porque es una fábrica recuperada.
Pero me quedó también la grandeza de una familia que se equivocó en muchas cosas, pero que no quiso hacer daño. Le fue mal, fracasó después de haberle ido bien muchísimo tiempo, pero nunca fueron manda partes, nunca fueron despilfarradores. Eran la antítesis de los que hoy llamamos el fortismo. Fort-ismo. La antítesis: Los Bascherian. En muchos casos…un ejemplo.