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PROLANA
Hay un refrán chino que dice: “el lugar mas obvio, es el menos buscado”. La Argentina de fines del Siglo XIX y una amplia parte del siglo XX, tenía ampliamente definidos, caracterizados perfiles productivos, cayendo muchas veces en el error del monocultivo (el caso del azúcar en Tucumán y el de la sobreproducción). A su vez, podía tener el orgullo de tener producciones fuertes, estables, que le daban un lugar en el mundo: trigo y maíz en la Pampa Húmeda, azúcar y tabaco en el Norte, Vid en Cuyo, maderas duras en el Chaco y por qué no decirlo, lana, mucha lana, al sur del Río Colorado. Desde allí hasta Tierra del Fuego, esas máquinas auténticas de producción, dóciles, mansas, casi sin sobrecuidados, con el manejo de pasturas naturales, cabras y ovejas, eran el manto blanco de nuestra Patagonia.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, las agresivas políticas de ex colonias: Nueva Zelanda y Australia en el caso de la lana; los Estados Unidos en el caso del trigo, maíz y carne; Europa, camino a su unidad, pasaba de exportar a convertirse en una firme productora de granos y carne. Todo ello iba a descolocar lenta pero firmemente a nuestro país primero y a otros luego, de esas producciones.
La Patagonia iba a perder lenta pero firmemente, rindes de producción, tanto en lana como en carne, ovina y caprina. A menor rendimiento, los productores cayeron el en sobrepastoreo, esto es poner más animales de los posibles por hectárea, provocando aunque parezca increíble, un grado de desertificación de la Patagonia, increíblemente superior hoy al siglo XIX.
Hoy por hoy, dicho de otra forma, la Patagonia es más desierto que antes y los fondos para frenar esa desertificación son menos que exiguos. Se le suma a ello, las crisis recurrentes del mercado internacional, con precios que pasan de la alta a la baja de manera recurrente y en períodos más cortos, con un árbitro de la producción mundial (Australia), con políticas activas, por lo cual lanza o saca del mercado miles de toneladas de lana de excelente calidad, con a su vez inviernos muy crudos (1982, 1984) con la pérdida de centenares de miles de animales. Ante esta situación, un grupo de técnicos de la secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación, del INTA, de Ganadería de las provincias patagónicas, empieza un proceso lento pero firme de recuperación de la producción, con herramientas sencillas, claras, con una ley nacional que da un marco de apoyo al sector, involucrando al productor pequeño, mediano y grande , buscando grupos asociativos, enseñando, procurando mejorar la calidad sí o sí, haciendo muchísimos pequeños encuentros, pueblo por pueblo, paraje por paraje, utilizando las radios, parecía sembrar en el desierto. Mas no, no fue, no es así. Hoy por hoy, en toda la Patagonia norte, no se esquila sino por esquila eléctrica, con máquina. Eso significó educar a centenares de productores, a enfardar, a clasificar, a utilizar inseminación artificial, a cuidar las pasturas, a no trampear al que compra, a poner exactamente el tipo, clase y calidad de lana o pelo clasificado.
Hoy por hoy, son muy comunes las fiestas provinciales de la cabra o de la oveja, con u campeonatos de esquila a manija, esto es eléctrica, que estresa menos al animal, no lo lastima y que no hay que manearlo -atarlo- y que se esquila sentado... casi un coiffeur... Los fardos salen envueltos en plástico e insistimos, con clasificaciones cada vez más precisas. Hoy por hoy, que en un fardo aparezca tierra, restos de paja o excrementos, es vivido como una auténtica vergüenza. Un cambio cultural y social, porque esto no inhibe, sino que se suma a la posibilidad de combinar con otras producciones: camélidos americanos, guanaco, llama, ñandúes (por su plumaje, su carne, su grasa y su piel). El turismo de aventura, la minería pyme, etc.
Un plan pequeño, no grandilocuente, claro, con muchos efectores. Dice otro adagio: la derrota tiene un solo padre, la victoria muchos. Está surgiendo delante nuestro una nueva Patagonia, que combina aquellas producciones de los pueblos originarios, con las del hombre blanco, con el turismo, que es difícil sinceramente hoy por hoy, en menos de 6 años quizás 7 llegar a este estado.
Hubo pioneros, nombremos uno, Greenville Morrith, un gringo, un gaucho, un arquetipo del INTA, un extensionista de aquellos, un promotor sin decirlo, un zorro de la Línea Sur. Por él y por otros tantos, se pudo llegar a esto, a no detener el camino. Nadie quiere darse cuenta, es de éxito, el lugar más obvio, es el menos buscado.
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